Saturday, April 21, 2012

El valiente que le pisó el callo a Fujimori


Corría el penúltimo año del II Mandato de Alberto Fujimori. En un hotel de San Isidro llamado Swisss Hotel me invitaron para la inauguración de la Cámara de Comercio Ecuatoriano – Peruano. Esta demás decir, que Fujimori no estaba anunciado en el programa original. La ceremonia empezó a las 10.a.m en punto. Alrededor las 10.40 hizo su aparición el Chino como se le llamaba cariñosamente. Los empresarios se levantaban cual movidos por un  resorte, y a gritos ¡Chino, Chino, Chino! Aplaudieron unos 3 o 4 minutos. Menos yo. Yo no simpatizaba demasiado con él. Dio un discurso de media hora, y al final anunciaron un receso de 10 m. Yo aproveché para ir al baño. A la hora de salir raudamente de ahí, en la puerta de entrada choque de frente con el Presidente, abollándolo y pisándole los pies. El Chino grito por el dolor, y sus guardaespaldas se lanzaron sobre mí. Fujimori, ya repuesto paró el intento de masacre, refrenando a sus buldogs. Se dio cuenta que era un accidente sin querer. Mis amigos, al  contarles el incidente me sugirieron nunca más tocar mis zapatos, y guardarlos como una reliquia, por haber tocado con ellos , a la persona que ellos llamaban cariñosamente "San Chino". No les hice caso, y después de un  tiempo regale los zapatos sagrados a un menesteroso, que se deshizo en agradecimientos hacia a mi humilde persona.

Años después  algunos de sus partidarios no iban ser tan misericordiosos conmigo:

 
El clima político en el Perú empezó agitarse antes de las elecciones de 2000 y duró hasta la renuncia vía fax del chino a la presidencia. En esta época yo vivía por la calle Villarán en Surquillo. En las mañanas a la hora de comprar el periódico, siempre había comentarios, hasta discusiones políticas entre los compradores, curiosos a las noticias y hasta transeúntes. Yo participaba en estas tertulias, y no necesariamente opinaba a favor del Régimen. Una tarde, pasé por el kiosco del periódico y la vendedora me llamó.
-Venga que quiero contarle algo.
-Aquí estoy, contesté.
-Señor tenga cuidado lo que dice en las mañanas. A la hora que Ud. se retiró, escuché a dos jóvenes fujimoristas mentarle la madre, y planeando darle una paliza.
Y me dio las señas de los dos "patriotas". Desde luego los conocía de vista.
Le di las gracias a la buena mujer. Estaré siempre en deuda con ella. Me ahorro una buena paliza. Así que de ahí más adelante, cuando veía a los dos, no opinaba, sólo intentaba mirarles a los ojos fijamente. Sintiéndose   culpables (es involuntario), no aguantaban mi mirada, y  bajaban la vista.

Os invito echar un vistazo al blog del amigo Luigi:


http://decienciayasuntosvarios.blogspot.com.es/


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