Corría el
penúltimo año del II Mandato de Alberto Fujimori. En un hotel de San Isidro
llamado Swisss Hotel me invitaron para la inauguración de la Cámara de Comercio
Ecuatoriano – Peruano. Esta demás decir, que Fujimori no estaba anunciado en el
programa original. La ceremonia empezó a las 10.a.m en punto. Alrededor las
10.40 hizo su aparición el Chino como se le llamaba cariñosamente. Los
empresarios se levantaban cual movidos por un resorte, y a gritos ¡Chino, Chino, Chino!
Aplaudieron unos 3 o 4 minutos. Menos yo. Yo no simpatizaba demasiado con él.
Dio un discurso de media hora, y al final anunciaron un receso de 10 m. Yo
aproveché para ir al baño. A la hora de salir raudamente de ahí, en la puerta
de entrada choque de frente con el Presidente, abollándolo y pisándole los
pies. El Chino grito por el dolor, y sus guardaespaldas se lanzaron sobre mí.
Fujimori, ya repuesto paró el intento de masacre, refrenando a sus buldogs. Se
dio cuenta que era un accidente sin querer. Mis amigos, al contarles el
incidente me sugirieron nunca más tocar mis zapatos, y guardarlos como una
reliquia, por haber tocado con ellos , a la persona que ellos llamaban
cariñosamente "San Chino". No les hice caso, y después de
un tiempo regale los zapatos sagrados a un menesteroso, que se
deshizo en agradecimientos hacia a mi humilde persona.
Años después algunos de sus partidarios no iban ser tan misericordiosos conmigo:
Años después algunos de sus partidarios no iban ser tan misericordiosos conmigo:
El clima
político en el Perú empezó agitarse antes de las elecciones de 2000 y duró
hasta la renuncia vía fax del chino a la presidencia. En esta época yo vivía
por la calle Villarán en Surquillo. En las mañanas a la hora de comprar el
periódico, siempre había comentarios, hasta discusiones políticas entre los
compradores, curiosos a las noticias y hasta transeúntes. Yo participaba en
estas tertulias, y no necesariamente opinaba a favor del Régimen. Una tarde,
pasé por el kiosco del periódico y la vendedora me llamó.
-Venga
que quiero contarle algo.
-Aquí
estoy, contesté.
-Señor
tenga cuidado lo que dice en las mañanas. A la hora que Ud. se retiró, escuché
a dos jóvenes fujimoristas mentarle la madre, y planeando darle una paliza.
Y me dio
las señas de los dos "patriotas". Desde luego los conocía de vista.
Le di las
gracias a la buena mujer. Estaré siempre en deuda con ella. Me ahorro una buena
paliza. Así que de ahí más adelante, cuando veía a los dos, no opinaba, sólo
intentaba mirarles a los ojos fijamente. Sintiéndose culpables (es
involuntario), no aguantaban mi mirada, y bajaban la vista.
Os invito echar un vistazo al blog del amigo Luigi:
http://decienciayasuntosvarios.blogspot.com.es/
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